Varado en Camboya por las limitaciones de los vuelos internacionales, por primera vez, iba a pasar un año entero alejado de mi puesto de trabajo habitual en Barcelona.
La parada de la economía estaba teniendo un efecto global, con lo cual, había pocas opciones de conseguir encargos. Durante esos meses me dediqué a explorar una técnica más rápida que me permitiera trabajar en directo con los camboyanos en el mercado nocturno, para animar la feria y tratar de reactivar el movimiento de personas, considerando que la afluencia de turistas ese año iba a ser nula.
Estos ejercicios en blanco y negro eran, a la vez que un entrenamiento técnico, una búsqueda alrededor del concepto de chiste político para la prensa.